La gestión consciente de la zona de confort. O cómo atreverse a desafiar el paradigma personal para crear una cultura individual de innovación
La gestión consciente de la zona de confort. O cómo atreverse a desafiar el paradigma personal para crear una cultura individual de innovación
Mientras conducía esta mañana hacia un centro comercial, me dí cuenta de que algunas de las técnicas y trucos que he aprendido recientemente sobre el método a seguir para convertirme en una persona de influencia en mi sector, las tenía claras, pero no estaba consiguiendo implementarlas. Cómodamente seguía operando desde mi zona de confort, y además de forma totalmente inconsciente.
Pensando en ello, empecé a tomar conciencia de que tenía preguntas para las que no tenía respuesta. Y me pareció bien. Tolero bien la incertidumbre. Aprendí a trabajar con ella en mi época de directivo, y ahora trabajando la consultoría en el área de innovación es el pan nuestro de cada día.
Y de repente me surgió una pregunta que me pareció muy interesante. ¿Cuántas preguntas me hago sistemáticamente cada día sobre los temas que me interesan, para las que no tengo respuesta? O dicho de otro modo, ¿cuántas preguntas me permito hacerme que me sitúen fuera de la zona de confort, y me inviten a buscar la respuesta en lo hasta ahora desconocido? Vamos que me induzcan a aprender cosas nuevas, y probablemente a generar nuevo conocimiento, nuevas habilidades, y nuevas ideas que poner en práctica.
Al reflexionar sobre esto comprendí que desarrollar esta habilidad debería ser una obligación para cualquiera que pretenda crearse una cultura propia de innovación. Es decir, un conjunto de actitudes, comportamientos, habilidades, formas de ser y de estar, que favorezcan la identificación de lo desconocido, y le ubiquen en la ignorancia temporal que supone no tener respuestas para todo.
Cuantas más vueltas le daba, más me pareció que uno de las principales razones por las que la gente no sale de su zona de confort es para no sentirse incompetentes aunque solo por un rato. O más. Lo necesario hasta que descubran las respuestas que buscan.
Claro, de paso la ausencia de nueva información facilita mantener las creencias existentes, y con ello el paradigma personal. !!A ver si aprendo algo nuevo, y me van a cambiar mis planteamientos de toda la vida¡¡.
Y es que en la zona de confort se está muy calentito aunque lo que ocurra no sea agradable. Pero eso sí, será conocido. Y si tienes la creencia, “más vale malo conocido, que bueno por conocer”, pues para que queremos más. Ya tienes justificación para no salirte de ella, y seguir allí aunque lo que ocurra sea desagradable.
Curiosamente, la zona de confort, por mucho que tenga ese apellido, no tiene garantizada la cualidad de agradable, auque sí la de conocido, y estar fuera de ella no tiene tampoco otorgada la cualidad de desagradable, auque sí la de novedosa.
Pero mientras no tomes conciencia de cómo evitas hacerte preguntas para las que no tienes respuestas, seguirás encadenándote con gusto a ese conocido terruño emocional.
Por tanto, no lo dudes, atrévete a tener preguntas por contestar, en lugar de pretender saber ya todo lo que necesitas.
Y si no que se lo pregunten a los que ahora perplejos les sacude una nueva realidad a la que no saben qué tipo de preguntas hacerse, por falta de costumbre.
Anímate y practica el “I don’t know…. yet” contigo mismo, cada día.